Dicen que la inteligencia es la única riqueza mundial que está bien repartida… ya que todo el mundo cree tener la suficiente. Claro que eso no es cierto, al margen de la ironía y el cociente intelectual estandarizado. Y siempre hay quien desearía una mayor capacidad mental en un momento dado. Pues bien, en la era de la neurocosmética ya existe toda una nueva generación de medicamentos concebidos para proporcionar superpoderes al cerebro humano: más concentración, más raciocinio, más memoria… Llamémoslos potenciadores cognitivos, nootrópicos o smart pills, lo cierto es que estas novísimas drogas inteligentes han abierto una polémica profunda: ¿es lícito tunear el cerebro humano para incrementar sus facultades naturales? Y, más allá de sus efectos secundarios y posibles adicciones –sí, hay riesgos para la salud en su consumo; y no, nadie sabe exactamente cuáles son todavía–, ¿no suponen también una especie de doping académico, laboral e intelectual que aumenta las desigualdades a favor de quienes las consumen y, por tanto, juegan con ventaja? La controversia, también en el plano moral, está servida y de eso trata nuestro tema de portada. Como dice su autor, conviene saber que al margen de la farmacopea, hay hábitos saludables que desarrollan, sin peligro y con total garantía, la musculatura de nuestro cerebro. El ejercicio físico y, sobre todo, la lectura han demostrado su eficacia en pruebas de laboratorio.
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